Cuando yo era pequeño, tener un buen equipo de sonido era casi un símbolo de status. Normalmente los equipos de sonido tenían un espacio privilegiado en la sala de la casa. Estaban ahí, en la biblioteca o en la vitrina principal de la sala, junto con las porcelanas "Capodimonte" y unos platos ingleses azul celeste ("frondios") que las mamás y abuelitas cuidaban como si se tratara de tesoros.
Las marcas más reconocidas de componentes de sonido en aquella época eran Grundig, Technics, AIWA y JVC. Un sistema completo podía costar toda una fortuna. Así que los niños teníamos absolutamente prohibido acercarnos a menos de dos metros del equipo. El mayor pecado que podíamos cometer era rayar un disco con la aguja del tocadiscos, algo que sucedía inexorablemente con solo dar una mirada al componente.
Un sistema de sonido completo era en realidad una colección de componentes de audio, de los cuales tres, eran absolutamente críticos. El principal era el amplificador, que en términos simples se encargaba de tomar la señal débil que venía del tocadiscos o sintonizador para darle potencia y luego enviarla a los parlantes. Los parlantes eran la parte mas visible del equipo. Unas cajas de madera horrendas, que podían incluso ser mas altas que uno y estaban localizadas en lugares estratégicos de la habitación donde mezclaban el sonido estéreo de la mejor manera posible.
Quienes se tomaban en serio el asunto del audio, tenían ciertas piezas de altísimo valor como el ecualizador y el pre-amplificador y hablaban con propiedad de la calidad los transistores que eran los directos responsables de la pureza del sonido. Yo la verdad nunca descubrí muy bien la diferencia. Lo que si recuerdo es que si el equipo de sonido tenía uno de esos componentes, era una señal inequívoca de que el dueño de casa era audiófilo y tan solo verlos detrás de una vitrina merecía un resonado "¡WOW!"
Hoy, 30 años después, los equipos de sonido han desaparecido completamente del planeta. Es posible que pueda encontrar alguno acumulando polvo en la casa de sus abuelitos. Las marcas reconocidas de aquella época dieron paso a otras como Yamaha, Pioneer, Kenwood, Sony, pero al final o quebraron o se concentraron en alguna otra actividad o nicho de mercado. En cuestión de 30 años (bueno, en realidad son como diez) esta industria desapareció del planeta. No es posible que se hayan desaparecido quienes disfrutaban de la música de esta manera. ¿Qué se hicieron los audiófilos?
Los mas jóvenes crecimos con sistemas de audio personal como el Walkman y posteriormente el Discman. Eran sistemas de bajo costo, que nos permitían llevar la música con nosotros. Inicialmente en cassettes y posteriormente en CDs. Estos últimos fueron especialmente transformacionales. La calidad de sonido digital, usando rayos de luz en lugar de agujas o magnetos significaron una pureza en el sonido nunca antes experimentada. Su aparición coincide con el principio del fin de los grandes equipos de sonido. No tengo claros los motivos, pero me imagino que era necesario hacer cambios radicales al sistema y la alta inversión dejó de ser sostenible.
En medio de ese recambio llegó la revolución de la música digital, y la conveniencia de tener toda la música en un dispositivo que se pueda llevar en la palma de la mano cambió radicalmente las costumbres de los aficionados al sonido. De un momento a otro, los grandes equipos de sonido fueron reemplazados por parlantes Bluetooth con amplificador incorporado que son lo que vemos mayoritariamente hoy en los apartamentos.
La era de los grandes sistemas de sonido profesionales se fue para siempre. Pero eso no quiere decir que debamos contentarnos con sistemas de audio personales y sonido de baja calidad. Las alternativas existen y aunque son costosas, si uno es un audiófilo posiblemente valga la pena la inversión.